
¿Te alarmó el título? Disculpa solo fue un gancho para llamar su atención.
Capítulo 4.
– Que buena experiencia por Bilbao me ha encantado. Algún día seguiré sus pasos. ¿Al final como llegasteis a Laredo? Cuente cuente por favor, que me tienes enganchado a vuestras historias abuelo.
– Me alegro que te gustase, siéntate, y tómate tu Cola-cao que se te enfría, seguiré contándote como tu padre y yo recorrimos el norte de España sobre nuestras bicicletas.
Que bonito me ha quedado la introducción. Pero volvamos a la realidad que por ahí dicen que tan solo es necesaria una mentira para poner entre dicho 1000 verdades.
Pues continuemos por donde lo dejamos:
Pocos días han sido los que rodamos por Euskadi, pero como siempre, nos llevamos un bonito recuerdo de su gente, sus costumbres, tradiciones, su gastronomía , arquitectura y todo lo que rodea. Un rincón dónde sin dudarlo nos quitamos el sombrero, el casco o la txapela, con unas zonas y carriles bicis muy cuidados y sobre todo un respeto al ciclista cómo nunca antes había visto y , aunque suene una cursilada, este pequeño pero acogedor territorio con forma de corazón se ha llevado el nuestro, hemos recorrido tan solo Guipúzcoa y Vizcaya, pero que no se nos encele Álava, volveremos para rodarla.
Euskadi, eskerrik asko eta laster arte/Muchas gracias y hasta pronto.
– ¿Pero como fue esa jornada hasta Laredo?
– Espera que te lo cuento:
Salimos bien temprano de la casa de Rafael y su hija. La ciudad aún dormía de sus fiestas pero teníamos que continuar, una ciudad a oscuras, un silencio absoluto, roto en ocasiones por el sonido de las mangueras a presión de los operarios de lo limpieza, pedal rápido y sencillo junto a su ría y siempre bajo la atenta mirada de «Mamá» ese gran arácnido de la artista francesa-americana Louise Bourgeois, que nos despediría de Bilbao con sus 22 toneladas y mas de 10 metros de altura.
Baracaldo tomaba el testigo. La industria y la periferia dejaba caer su muestra de aire industrial pero sin un aire demasiado cargado y ligeramente respirable. La ruta continuaría por un carril asfaltado que nos llevaría en la búsqueda de Muskiz, donde conocimos a otro local peregrino que nos recomendó los albergues próximos para los días venideros. Ya en Cantabria un ciclista nos acompañó durante un buen tramo para guiarnos por la senda correcta:
– Siganme, es por aquí.
– «Quillo» el GPS, dice que es por otro lado. (le dije a mi padre en tono bajo)
– Lo que tu veas chico. (Me respondía él)
Aquel señor ajeno a nuestra conversación seguía guiándonos por un camino alternativo a toda marca registrada tanto electrónica como flechas en el suelo. Tras escasos 3 km de camino alternativo unos obreros nos cortaría el paso. – Por aquí no se puede, tendréis que dar la vuelta- . Nuestro amigo de buena fe decidió que el camino alternativo ya no le convendría para él y se despidió en aquel momento, dejándonos con la improvisación como único método para recuperar nuestra senda.
Aun así es de «buen nacido ser agradecido» Por lo que le dedicamos la mejor de nuestras sonrisas forzadas y nos despedimos alegremente de su buena voluntad, él tampoco tenía culpa de ese corte, poco más podríamos hacer. Tras la despedida un sendero junto a las acantilados de la zona cántabra, nos brindó la oportunidad de cerrar los ojos en un mirador y disfrutar del silencio y de las vistas del lugar, ¿de que lugar? ¿qué vistas? Mire la portada de esta entrada y disfrute tanto como nosotros.
Por delante, Castro Urdiales, localidad que nos recibió con la noticia de que había tocado un premio de la Lotería Nacional en Bilbao… sí… en Bilbao… donde estuvimos el día anterior… sí, Bilbao… ese lugar donde pasamos 4 veces frente a varias administraciones de lotería… si ese lugar donde nos negamos de invertir dinero en esos menesteres…y resulta que toca… y nosotros comiendo bocadillos de pan duro a lo pobre… Pero bueno, no quedaba otra que volver a la realidad del risueño viajero, estar realizando este viaje ya era el mejor de los premios, pero para que nos vamos a engañar con tanto sueño inmaterial que unos eurillos nunca vienen mal!
Volvamos con Castro Urdiales y dejemos de lado el muro de las lamentaciones, esta localidad a escasos 35 km de la agraciada ciudad, sí , la que no compramos el décimo, nos mostraba todo su potencial urbanístico y arquitectónico, plasmado en la iglesia gótica de Santa María de la Asunción y el Castillo de Santa Ana. Una localidad con una población de casi 32.ooo habitantes, donde una sugerente proporción procede del territorio vasco, según nos contaba un señor al preguntarle por la multitud de ikurriñas colgadas en los balcones; no quisimos indagar más porque estos temas siempre son delicados pero la curiosidad pudo más que nosotros y nos contó que debido a su proximidad y buenos precios.

Otro lugar que nos ha sorprendido ha sido el Pedregal Seña Santiago, una zona natural aprovechada por los castreños para darse un baño en las apaciguadas aguas de este singular paraíso, al menos en verano, en nuestra visita nos resultó mas seguro disfrutar contemplando la fuerza con la que las olas rompían y se colaban bajo las cavidades de sus piedras.
La jornada tendría que continuar ya que Raquel, una chica encantadora, nos esperaba en casa para acogernos en Laredo. Tras nuestra llegada, presentaciones y una necesariamente preocupante ducha, nos fuimos a visitar la Puebla Vieja y su puerto deportivo, lugar el puerto, donde nos regalaron varias porciones de tortilla de un bar cercano, también estuvimos por un frio túnel en el que nos sorprendió un gran portón, cerrado, aunque con apertura libre, ¿Que ocultaría ese gastado portón? Pues un pequeño rincón con el mar en su estado puro cómo único paisaje y todo esto junto al secreto de aquel portón escondido al final del túnel.

La jornada acabaría preparado entre todos unos típicos Talos con morcilla y chorizo, el talo es algo parecido a una torta de maíz muy rica y oye! Era para vernos a dos andaluces con las menos en la masa de un típico plato regional, para vernos preparando esos talos, bajo la atenta supervisión de la Chef Raquel que andaba esperando para darle las vueltas necesarias en aquel ardiente fogón, calentarlos y devorarlos fueron cuestión de segundos.

Próxima parada Santander.
Un abrazo
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