Buenas a todos.
Dice un refrán popular, que «a quien madruga Dios le ayuda», aunque también dice otro que «despertar a las 7 de la mañana con una temperatura exterior de -5 grados y taparse con el nórdico una horita de sueño más, también ayuda bastante» Total que apostamos todo o nada por la opción B y mira oye… ¡que sacamos algo más que el reintegro!
8 de la mañana, predisposición nula a pedalear, dura negociación con el nórdico, la manta y la funda de la almohada están de mi lado. Venga una ratito más… 9 de la mañana mi padre desespera y las negociaciones se ponen en mi contra. Toca estirar las piernas y abandonar el calor de las limpias sábanas. 10 de la mañana y el viejo se empeña en enjuagar las bicis con el agua de una manguera, el señor del albergue Roxica trata de disimular pero no puede controlar una ligera sonrisa en su rostro. «Si eres capaz de que salga agua por esa manguera eres mi héroe» – Con otras palabras pero el mensaje era el mismo – Aquella manguera estaba, igual que las cañerías, bloqueada por el hielo; y un prado todavía escarchado con charcos y plantas cristalizadas
31 de diciembre y con Santiago cada vez más presente, tocaba una vez más montar sobre las frías bicicletas de aluminio, cargadas de alforjas, y para qué negarlo, ropa sucia y cada vez más reaprovechada. Aún así, había algo muy distinto en esta jornada, ya no quedaba esa niebla espesa del día anterior. Por delante un sol deslumbrante, cielo despejado y una temperatura que nada tenía ya que ver con aquellas tempranas horas.
Nuestro rumbo: Sobrado dos Monxes.
Camino que se nos haría largo ya que no andábamos, valga la comparativa, muy sobrados de alimentos y por consiguiente aún menos sobrados de fuerzas; pero la voluntad puede más que cualquier cosa en este mundo, pedaleada a pedaleada, llegamos a las puertas de aquel Monasterio cisterciense de Santa María de Sobrado.
Algo tenía aquel lugar que nos cautivó, un lugar recientemente nombrado «Patrimonio de la humedad» ¿O era de la Humanidad? Bromas aparte, no sería por sus paredes húmedas, ni por su ausencia de retablos, sino por mucho más, la sencillez, la belleza, la historia de este lugar. Sus arcos aún recordaban su apogeo entre el 1600 y el 1700; sus bóvedas recordaban, con tristeza, su casi pérdida total tras la desamortización de Mendizábal. El pórtico junto al fraile que nos atendió en la entrada, respiraba ya tranquilo desde su restauración en 1954. Todo un conjunto que haría de este sitio un lugar de desconexión total y relajación.
Tras nuestro paso por el monasterio, Claudio, el dependiente del supermercado que lleva su nombre, nos preparó el bocadillos más recuperador todo de nuestro viaje, un bocadillo de lomo con queso fundido que Claudio nos horneaba con entusiasmo – «para que volvamos a tener energías» – nos decía. Y digo si nos las dió, nuestro pedalear se vería incrementado con un ritmo más alegre que el de jornadas anteriores, nos llevaba casi sin darnos cuenta rumbo a Santiago. Un efecto imán nos arrastraba como si fuésemos atraídos hacía el Apóstol, una fuerza que nos empujaba en las cuestas y nos ayudaba a subirlas. ¿Ganas de llegar? ¿Ángeles? ¿Motivación? Quién sabe… La cosa es que pronto llegaríamos a la población de Boimorto, donde un cartel nos haría elegir entre dos posibles destinos rumbo a Santiago. Optamos por rodear hasta Pedrouzo y hacernos los remolones un poco para no tener que conectar tan pronto con el camino francés. Sin quererlo, la hora llegaría. Un sentimiento agridulce donde los nervios afloran por la cercanía a la Catedral y el desprecio por el deterioro del entorno de aquellos «artistas de arte urbano» esos artistas que se hacen llamar peregrinos de quita y pon, a los que les importa más dejar su huella a base de rotuladores en los iconos más emblemáticos que el propio Camino. Pero no podía seguir molesto con esto teniendo por delante aquella senda cargada de altos árboles bañados en musgo y enredaderas.
Santiago nos daría la bienvenida y aquel monolito de piedra nos recordaría que la Catedral estaba cerca. El aeropuerto, la central de Radio Gallega, o la misma sede de RTVE nos indicaban la pronta llegada a la plaza del Obradoiro.
– ¿Ahora si que llegasteis no? Pues no amigo… Habría que esperar una noche más. Decidimos pernoctar en Monte do Gozo y pasar la noche como ese niño que espera el amanecer de un día de Reyes para poder abrir sus regalos.
– ¿31 de diciembre y viajando en lugar de estar acompañados de los vuestros?– Cuantas veces tendríamos que responder a esa pregunta aquel día. Respuesta que en mi caso tendría fácil respuesta:
Viajo, en primer lugar, porque es cuando me lo permiten mis vacaciones, pero principalmente porque no creo en estas fechas. Para mí son unos días en los que muchos se reúnen para comer y beber hasta más no poder, tiempo de derroche, tiempo de precariedad de quien no tiene nada que comer, fecha en la que muchos se quieren y otros hacen el papel, fecha en la que tu teléfono móvil es un un cubierto más que te impide gozar de la cena, y momentos en los que disfrutas viendo en la pantalla a tus seres queridos que se encuentran en lugares lejanos. Fecha de compañía y de soledad, de recuerdo del que está y del que falta, del que tiene a todo el mundo a su lado y del que no le queda nada. Esa fecha de «postureo», un traje chaqueta o un traje de brillantes que no volverás a ponerte nunca más, esa fecha en la que tratas de lucir tus mejores galas aunque sea una gabardina de pana donada. Noche en la que felicitas por todo un año a esa persona que no volverás a hablar hasta la próxima navidad. Fecha en la que te comes a besos a los seres queridos como si no hubiese un mañana, fechas en las que recuerdas que no tienes a quien besar. Esa noche en la que la comida que preparaste te dura hasta Reyes ,y para otros, la resaca del vino hasta Semana Santa.
Para nosotros un 31 de diciembre que despedía un año de aventuras y viajes, un 31 en el que nuevamente y por motivos tradicionales celebramos con 12 uvas y agua de grifería. Una fecha que para nosotros volvió a ser diferente, un día más, un día para soñar, no con el año nuevo, sino por culminar la primera etapa de esta gran aventura, llegar a Obradoiro por segunda vez , primera para mi padre, y sentir el frío pero a la vez tan cálido abrazo al santísimo Apóstol.
Increíble crónica como todas pishaaa que tú haces. Aunque me has tentado en comprarte la exclusiva la espera a valido la pena. Ya no os queda nada para llegar. Un abrazo y un saludo maquina.
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Gracias Jose! Ya mismo irán saliendo las de Finisterre.
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Que bien se te da escribir Alforjero, y sabes porque, porque escribes con el corazon, y cuando se escribe desde el corazon, las palabras fluyen y fluyen, las tienes que sacar y compartir con los demas, gran riqueza la tuya, conservala, cuidala. Un abrazo. Beatriz
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Gracias amiga Beatriz, palabras como las suyas hacen que todo sea más fácil y compensatorio.
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