28 de Diciembre de 2016
¿Os suena la fecha verdad? Día de los Santos Inocentes. Aún recuerdo aquella anotación, aquél diario público de viaje, aquella fatídica crónica, la cual, en el momento de su publicación bien podría haberse entendido como una dura inocentada, pero desgraciadamente no fue así.
Afortunadamente el cuerpo humano, ese gran sabio, ese gran sistema interconectado que todos poseemos, ese gran organismo que sabe afrontar y defenderse sobre ataques externos, ataques de organismos unicelulares o de cerebros unicelulares como fuera nuestro caso, cuidaría de nosotros.
Where is the Limit?
Dice un conocido spot publicitario; el límite de ellos no lo sé, el mío sin duda aquella jornada lo alcanzaría con creces.
– ¿Pero que hicistes pedazo de burro?-
Comencemos pues:
La etapa desde el albergue de Rosa, nueve kilómetros antes de Ribadesella, se convertiría en un mártir, una etapa endiablada de 71 km y un desnivel acumulado de 1400 metros. Desde aquel lugar partimos con la idea preconcebida de que solo serían 2 puertos no muy importantes, lo que muy a nuestro pesar no sabíamos era que el mayor desnivel lo tendríamos en un falso llano que con subidas y bajadas continuas nos iría castigando poco a poco.
Nuestro pedalear nos llevaría de forma alegre hasta Villaviciosa. Lugar donde nuestra senda podría desviarse por el sur rumbo a Oviedo, o mas al norte, en dirección Gijón. Tras plantearnos hacía que lugar avanzar, decidimos decantarnos por Gijón, unas de las decisiones tal vez mas erradas de nuestros viajes, o tal vez no, y el destino así lo quiso. ¿Quíen sabe? a estas alturas qué mas dará ahora..
Sería desde aquel lugar y momento donde nuestro pedalear alegre se acabase, comenzando una serie de altibajos aparentemente inocentes, pero tan peligrosos como perro que no ladra pero muerde. Los altibajos, los dos picos que ya sabíamos y el tiempo de luz se pondrían en nuestra contra. Anímicamente, físicamente y moralmente agotados, tuvimos la suerte de dar por el camino con una casa que ofrece ayuda a todo peregrino que pasa por allí , lugar que como agua de mayo nos daría nuevamente la vida, «El Peregrin Cansau» tenía rotulado en su covacha. El trato con aquella señora tan humilde y entregada, la invitación a un café y varios polvorones, se convirtieron en los responsables directos de que dejásemos pasar el tiempo, todo eso y y el ronroneo de sus gatos y sus juguetones perros harían el resto.
Pero como era de esperar, tocó despedirse. Por delante el peor de los puertos que tendríamos que afrontar, – «deberíamos de haber traído la tienda de montaña»- lamentaremos más de una vez –«No puedo más, en la próxima casa abandonada nos quedamos»- Exhausto comentaba – «No tenemos apenas comida ni agua Jesús»- «Me dá igual papá, no doy más de mí». – «Vamos chico un poco más, tu puedes hacerlo». Gijón sin duda se nos estaba atravesando. Pero entre tanto llanto y suspiro al fín conseguimos coronar el mayor de los puertos y respirar profundamente antes de disfrutar con aquélla bajada interminable.
Como era de esperar, finalmente nos cogería la noche. Una familia al vernos cansados y con caras de circunstancia se interesaría por nosotros y trató de ayudarnos.
– ¿Necesitais pasar noche? Os pregunto en un hotel cercano – Haría uso de su teléfono móvil para localizarnos alguna habitación disponible – ¿Espera hacia dónde vais?
– Tenemos intención de llegar a Gijón. ¿Queda mucho? No damos para más.
– No, que va tan solo 10 km y os aseguro que es todo cuesta abajo.
-Enserio? Gracias! seguiremos pues.
Con la noche más oscura, luces delanteras y traseras y chalecos reflectante trabajando al 120% pupilas abiertas como platos y un gran dolor que me oprimía el estómago, señal de que el esfuerzo estaba llegando a su límite, llegaríamos a nuestro destino.
Pero aún no habíamos acabado, un largo caminar de casi 3 km a través de las largas avenidas de la ciudad nos dejaría en casa de Vicente, nuestro ángel de la guarda gijonés .
Cómo os dije al principio el cuerpo es sabio y sobre todo tiene un límite, límite que después de una semana sin descanso y la etapa vivida, lo superé con creces. Sería en el final del día, tras una ducha en la que el citado límite explotaría, mis piernas flaquearían y el cuepo me haría vivir una de las mayores pajaras de mi vida, exhausto, mareado, en otro mundo y sin fuerzas caí rendido en aquél sofá.
Aconsejados por Vicente y su anciana madre, a los cuales desde aquí tengo que agradecer que tanto se preocuparan por mi estado durante aquella noche y días venideros, tomaríamos la decisión de parar de rodar por un día completo, manteniendo un merecido y necesario descanso y reposo.
Y así fue, ¿quíen no lo hubiera hecho después del episodio vivido? A las 07 de la mañana tomaremos el tren que nos llevaría hasta Luarca. lugar donde pudimos disfrutar del citado descanso.
Where are the limit? Creeme mejor no lo busques y sal a disfrutar del camino.
Un Abrazo amigos
Al límite pero disfrutando del entorno 🙂
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vivir al máximo, sin límites.
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lo bueno es conocer el limite y nunca sobrepasarle porque las consecuencias suelen ser negativas compañero. Mucho animo y buen camino.
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El año pasado hice también el Camino del Norte. La etapa Santander – Comillas la hice vomitando, con diarrea y fiebre de principio a fin, creo que ha sido el peor día de mi vida encima de una bici. Pero cosas así son las que hacen guardar recuerdos entrañables que solo ese tipo de viajes te puede dar.
Ahora estoy planeando la ruta de la plata en solitario desde Algeciras.
Salud
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